lunes, 30 de noviembre de 2015

UTOPÍA Y BARBARIE




UTOPÍA Y BARBARIE

Utopía. Es un ideal que busca un mundo perfecto donde no exista la violencia y todo sea paz, pero los principales representantes se dieron cuenta que era algo imposible.
Barbarie. es una maldad que proviene de la ignorancia, de la inectitud, del error, de la superstición, de las preocupaciones; en una palabra, de falta de moral.
Rápidamente estas características de las obras «fundadoras» han devenido tópicos de la literatura utópica que, dependiendo de quien la ha estudiado, abarca obras muy distintas. Desde la República de Platón y el viaje a la Luna de Luciano de Samosata, pasando por relatos cristianos como el Viaje de San Brandán, hasta aventuras solitarias como la de Robinson Crusoe o las distintas visiones de las sociedades futuras desplegadas en la ciencia ficción.
Buena parte de los manuales accesibles sobre literatura utópica fueron escritos en Occidente durante la «Guerra fría», abarcando obras distópicas vinculadas a esta y muchas veces reflejo de los totalitarismos del siglo, lo cual es significativo a la hora de comprender sus conclusiones respecto al estado de la utopía en Occidente. A pesar de ser los más antiguos, los trabajos del etnólogo e historiador Jean Servier,Historia de la utopía (ed. or. 1967, actualizado en 1982) y la versión sintetizada, para la célebre colección «Que sais-je?», La utopía (ed. or. 1979), resultan de gran utilidad. Si el recorrido bibliográfico resulta siempre convencional su capítulo titulado «Los símbolos de la utopía» es muy práctico a la hora de analizar las líneas temáticas características del género. Por ejemplo, desmiente uno de los tópicos populares al ver que «En las utopías, el poder político está tan mal definido como la autoridad religiosa.» (Servier 1982: 135). Al mismo tiempo, es interesante que considere que el aporte de estas obras literarias se encuentre en el campo de la reflexión sociológica (Servier 1982: 39). En definitiva, para Servier:
La utopía no hace más que colmar el vacío entre un paraíso perdido y una tierra prometida. Presenta asimismo numerosos puntos en común con los ritos de iniciación, ya que con ellos como con la utopía, el individuo flanquea la muerte para acceder a un nuevo nacimiento, trasciende su nacimiento carnal, niega el lazo que lo une a una matriz para renacer de un vientre de estrellas que ha vencido a la muerte.(Servier 1982: 139)

La influencia de la ideología en el pensamiento utópico se constata en que el hecho de la caída del muro de Berlín en 1989 es decisivo. Éste marca un momento crucial en Occidente pero también parece firmar el acta de defunción de la utopía ya que la presunción distópica es ratificada por su completo fracaso a la hora de ser puesta en práctica y por tanto quedaría fuera del imaginario contemporáneo por falta de verosimilitud. El relato de este declive está extraordinariamente bien expuesto y pensado en Mundo soñado y catástrofe, la desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste, de Susan Buck-Morss. Sin soslayar el doble trauma de los efectos catastróficos de la puesta en obra de ideales utópicos y de la caída de toda una forma de entender el mundo, Buck-Morss logra discernir algunas claves del problema: «Fueron las estructuras de poder, y no la idea democrática y utópica, las que produjeron estos tipos de pesadillas» (Buck-Morss 2004: 289) dice en las conclusiones, señalando que sin estos «mundos soñados» los niveles de poder continúan pero con una alta carga de cinismo político3.
Después de la caída del muro otro momento «fuerte» de la utopía provino de las ideas optimistas que relacionan sus ideales con el milenarismo. Así el utopismo tuvo un breve resurgir cerca del cambio de milenio. En español se publicó una importante recopilación sobre el tema, La ciudad ausente, de Rogelio Blanco Martínez (Akal, Madrid, 1999), y, por ejemplo, en Francia se organizaron exposiciones, importantes revistas editaron números especiales (significativamente la Magazine Littéraire con una muestra poco profunda pero multidisciplinar) y varios intelectuales editaron libros con propuestas diversas pero sin llegar a ser significativos. Por ejemplo, Jaques Attali conFraternidades, una nueva utopía (Paidós, Barcelona, 2000, edición original de 1999), pero también Edgard Pisani, Armand Mattelart o Jean-François Revel desde distintas posiciones políticas y combinando otros fenómenos de moda como la globalización. De alguna manera la fecha simbólica sirvió para dar un repaso al estado de la cuestión desde el punto de vista de las posibilidades de la hegemonía del neoliberalismo, así la exposición sobre la utopía de la Biblioteca Nacional de Francia se subtituló enfáticamente «la búsqueda de la sociedad ideal en Occidente», no ya un espacio aislado sino la idea de que toda la sociedad evolucione hacia un estado óptimo neoliberal.



              

La aceptación actual de la palabra utopía permite hacer referencia a un proyecto, emprendimiento, sistema optimista, acción futura, plan o doctrina que, en un primer momento, parece ser imposible de concretar o cumplir.
Dicho de otra forma se entiende por utopía una idea de sociedad perfecta, donde reina la armonía y la convivencia y cuyos aspectos políticos, económicos y sociales están equilibrados y permiten que toda la comunidad pueda disfrutar de una vida apacible gracias a formar parte de un sistema absolutamente ideal.
Puede hablarse de utopías económicas cuando se anima a erradicar la existencia del dinero y donde los ciudadanos se dedicarían sólo a los trabajos que más les agradan y que se orientan al bien común. Otras utopías existentes son las de carácter religioso (como la manifestación popular sobre el paraíso), así como también las ecologistas y las políticas (que anhelan la paz mundial).
Por último cabe resaltar que suele utilizarse el término utópico para nombrar algo que se considera altamente deseable pero imposible de alcanzar, y utopía para mencionar ideas revolucionarias pero impracticables en esta realidad y en ninguna donde el ser humano


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